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Los Precursores

    En su día, los discípulos encontraron gente que se ofendió porque ellos atestiguaron de Jesucristo, un hombre de su propia generación. Si el testimonio hubiera sido de David, la gente no se hubiera ofendido tanto. Seguramente que no habrían habido oposición si hubieran hablado de Moisés o Noé, o acerca de alguno de los otros profetas de la antigüedad. No es diferente hoy. Si yo hablo de Pablo, o de Pedro, Santiago o Juan, o aún más reciente de Lucero, Wesley, o Calvino, la gente no se ofende. Aún al traer a memoria aquéllos que fueron conocidos por sus obras malas, como Judas, Herodes, Poncio Pilato, Faraón, o el mismo Satanás no trae ofensa; la gente los acepta por lo que fueron. Pero el hablar de un contemporáneo en la misma manera trae oposición en toda su fuerza, exactamente como fue en los días cuando los discípulos testificaron de Jesús.

    Hebreos 11:6 registra, “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que él que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Es por eso que yo no puedo convencer a la persona de que hay un Dios, mucho menos que Dios ha actuado en esta generación, a menos que esa persona sea “ordenada para vida eterna” (Hechos 13:48). De otra manera, él no creerá; primero, porque antes que pueda venir a Dios, tiene que creer que hay un Dios, y además antes que pueda creer que Dios ha hecho algo en su propia generación, debe creer que Él ha hecho cosas en otras generaciones. Así que, si podemos creer que hay un Dios y queremos ver lo que Dios está efectuando en esta generación, entonces deberíamos ver lo que Él hizo en generaciones pasadas. Porque de acuerdo a Su Palabra, Él “no cambia” y actuará lo mismo hoy que en el pasado.

    Consideremos, por ejemplo, los días de Noé. Hebreos 11:7 dice que “Por fe Noé, siendo advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor, preparó el arca para salvación de su casa; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.” Note que fue “por fe” que Noé hizo esto. Él creyó que Dios le estaba hablando. Pero considere, la gente que vivió en los días de Noé, lo que pensarían de él. Ahora Noé sólo era un hombre; no era ni iglesia, ni denominación. Su mensaje era nuevo; nunca se había escuchado antes. Habló de cosas que no podrían suceder. Él les habló de lluvia cayendo del cielo, algo que ellos nunca habían experimentado, pues la tierra había siempre sido regada por el rocío (Génesis 2:6). Pero Noé insistió en que llovería en tal abundancia que el mundo sería inundado. Respaldó su mensaje construyendo un arca. Póngase Ud. mismo allá en ese día y escuche sus risas y mofas. ¡Pues, ellos nunca habían oído tal insensatez! Pero a pesar de su incredulidad, esa era la manera de Dios en el tiempo de Noé creyeran o no. Él envió un hombre con un mensaje y aquéllos que escucharon a ese hombre fueron salvos, el resto pereció. Si Noé hubiera buscado alrededor por alguien más que lo predicara, la advertencia nunca hubiera sido nada, pero él tuvo fe que Dios le había hablado y respondió en conformidad. Por fe Noé creyó a Dios y condenó al resto del mundo, pero salvó su propia casa. ¿Ahora si Ud. hubiera vivido en el día de Noé, hubiera Ud. pensado que él estaba insano o era un fanático; o, hubiera Ud. mirado a Noé como un profeta de Dios y por medio de eso, salvarse Ud. mismo y su familia?

    Quizás encuentre difícil colocarse Ud. mismo en el tiempo de Noé. Si es así, vayamos al tiempo de Abraham. Abraham no fue criado en la justicia de Dios, de hecho, su familia había sido pagana. Pero un día Dios le habló diciendo que dejara la tierra de sus padres y viajara hacia una tierra nueva. La Biblia nos dice que cuando Abraham se fue, viajó “no sabiendo a donde iba,” pero creyó que Dios le había hablado y con audacia le dijo a su familia, “Yo me voy de aquí a otro lugar y toda la tierra que yo mire y ponga mi pie, Dios nos la va a dar.” Ve Ud., Abraham creyó a Dios. ¿Ahora si Ud. hubiera sido miembro de la familia de Abraham, hubiera Ud. creído a su pariente con la extraña revelación de parte de Dios? Le hubiera seguido, o quizás Ud. hubiera dicho, “¡Un momento! Te amamos Abraham, pero nunca hemos oído a alguien hablar de esta manera. ¿Cómo sabemos si Dios te habló?” Quizás Ud. hubiera rechazado su mensaje, diciendo, “De ninguna manera, Abraham; el sacerdote no está enseñando esto, y tú no tienes vindicación. Después de todo, ¿qué prueba tenemos de que has oído de Dios?” Y Abraham, ciertamente, no tenía prueba,, porque su prueba estaba en el intangible material de fe, cerrado dentro de su corazón. Sabemos después, que mientras Abraham viajó a través de la tierra, su sobrino, Lot, dejó las tiendas de Abraham y descendió a Sodoma y Gomorra, el camino del mundo. Fue aquí que Lot, un hombre justo, sentado a la puerta de la ciudad, cuando dos mensajeros de Dios llegaron desde las tiendas de Abraham, reconoció a los dos ángeles como mensajeros de Dios. Estos no eran seres con alas aleteadotas, sino mensajeros enviados de Dios, trayendo la Palabra del Señor. Él además escuchó con cuidadosa atención a su tremendo mensaje, “¡Salid de Sodoma y Gomorra! ¡Deja esta ciudad! ¡No mires atrás, porque Dios las va a destruir con fuego!” ¿Hubiera Ud. tomado tal mensaje seriamente? Examínese Ud. mismo; ¿hubiera Ud. reconocido realmente a estos dos como mensajeros de Dios y los hubiera seguido fuera de la ciudad sin mirar hacia atrás, aún en la destrucción terrible que vino después? (Quizás Ud. esté entre ésos a los que se les ha dado la oportunidad de hacer esa decisión hoy, porque hay una Sodoma y Gomorra moderna la cual ha sido advertida en una manera similar por un profeta vindicado de Dios, y esa advertencia se encuentra en las páginas de este libro.)

    Vayamos al Nuevo Testamento para aprender de otro hombre con un extraño mensaje y cómo fue aceptado. San Juan registra en 1:19-21 el siguiente discurso interesante entre Juan el Bautista y ciertos sacerdotes: “Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a Jerusalén sacerdotes y Levitas para que les preguntasen: ¿Tú, quien eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.” Estos sacerdotes y Levitas vieron que todo acerca de Juan era diferente, su mensaje de arrepentimiento, sus vestidos de piel de camello, aún su dieta de langostas y miel silvestre. Ellos observaron que él no descendió al templo para predicar, con todo, su ministerio era extraordinariamente efectivo. Asombrados por este extraño hombre del desierto, ellos buscaron una respuesta; por esto la pregunta, “¿Eres tú Elías?” Ahora, el último gran profeta que esta gente conoció fue Malaquías, cuyo mensaje había salido cuatrocientos años antes. Estos Judíos religiosos estaban bien familiarizados con Malaquías 4:5, “He aquí, Yo les enviaré a Elías el profeta antes que venga el día grande y terrible del Señor.” Pero la respuesta de Juan fue negativa, entonces ellos pensaron que Juan pudiera ser el cumplimiento de Deuteronomio 18 donde Moisés había dicho que habría un profeta enviado a ellos “semejante” a Moisés. El misterio se profundizó mientras Juan también daba una clara negación a esta pregunta. Juan también había negado que él era el Cristo. Ahora, Cristo significa “ungido,” pero Juan, siendo un profeta, sabía que ellos no le preguntaban si él estaba ungido, mas bien, que si él era el Mesías. Esto de seguro lo negó, pero él no negó que era ungido de Dios. Finalmente, en el verso 23 está escrito que ellos recibieron una respuesta: Él dijo, “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto.”

    Ahora, Isaías había dicho (Isaías 40:3) que vendría uno clamando como una voz en el desierto. También, Malaquías 3:1 establece, “He aquí, yo enviaré mi mensajero, y él preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo, el Señor, a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto a quien vosotros deseáis: He aquí viene, ha dicho el Señor de los ejércitos.” Juan fue el mensajero que sería el precursor, antes que el Señor viniera súbitamente a su templo. Como la “voz de uno clamando en el desierto,” Juan sabía su lugar en el ministerio y reconoció su posición en la historia igualmente. Sí, Juan sabía quien era él, pero, ¿lo hubiéramos nosotros reconocido?

    Jesús, revelándose a sí mismo como el Hijo del Hombre, indirectamente colocó a Juan el Bautista también. Mateo 17:1-13 registra el incidente:

    Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
    Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
    Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
    Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
    Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, a quien tengo complacencia; a él oíd.
    Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
    Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
    Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
    Cuando descendieron el monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucité de los muertos.
    Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
    Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.
    Mas os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
    Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

    Juan el bautista, entonces fue un hombre con el espíritu de Elías, el precursor de la primera venida del Señor Jesucristo. Con todo, la gente más religiosa de ese día, los escribas y Fariseos, aunque ellos habían estado buscando por el Mesías, no lo reconocieron. Jesús confirmó, que no lo reconocieron, testificando que es posible que un hombre poderoso enviado de Dios pase inadvertido aún por la gente religiosa del mundo. Pero si Juan fue el precursor, entonces era necesario reconocerlo como un precursor, o Dios le envió en vano. Aún en los seminarios teológicos, se enseña que Juan fue el precursor, pero el objetivo de tal precursor ha sido perdido en sus enseñanzas.

    Examinemos este punto más detalladamente en la Biblia. Pablo, hablando a doce seguidores del mensaje de Juan en Efeso, en Hechos 19:3, preguntó bajo qué bautismo habían sido ellos bautizados. “En el bautismo de Juan,” fue la respuesta. Pablo les predicó de Jesús, y ellos fueron bautizados en el nombre de Jesucristo. Ellos escucharon y creyeron al precursor; por eso, estaban listos para recibir la verdad de Cristo que había venido.

    Juan el Bautista, parado a los lados del Jordán, se le preguntó (Juan 1:25), “¿Por qué entonces bautizas tú si tú no eres el cristo, ni Elías, ni tampoco ese profeta?” Juan les contestó fácilmente, diciendo, “Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno al que no conocéis (dando a entender que él ya sabía que cristo estaba presente). Este es el que viene después de mí, él que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.” Aquí Juan insinúa que Cristo está presente, pero note que Juan no lo señala, porque la señal no había sido enviada todavía. Juan explica acerca de la señal:

    El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
    Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo (desde la fundación del mundo).
    Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
    También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
    Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
    Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
    Juan 1:29-34

    Nadie más, ni aún Juan, conocía al Mesías hasta que Dios envió la señal que él había predicho a Juan que vería. Seguro, cuando Juan la vio, él dijo, “Este es el Hijo de Dios.” Si Juan mismo no lo supo hasta que vio ese testimonio, entonces la Palabra de Dios hubiera sido quebrantada si alguien más hubiera reconocido al Mesías antes que Juan. ¿Ve Ud. el significado de esta declaración? Era importante para alguien reconocer la primera venida de Jesús hasta que la señal hubiera sido enviada y reconocida por el precursor. Si fuera posible para alguien reconocer a Jesús como el Hijo de Dios sin el mensaje de Juan el Bautista, entonces Dios hizo una cosa en vano cuando envió a Juan.

    Juan el Bautista perdió algunos discípulos después de esto. Como dice en Juan 1:35: “El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos; y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo, ‘¡He aquí el cordero de Dios!’” Y los dos discípulos le oyeron hablar y pararon de seguir a Juan, y comenzaron a seguir a Jesús. ¿Qué hizo el precursor? ¿Él introdujo a la gente a qué? Bautismo, arrepentimiento. ¿Pero para qué? Para enseñarles al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y aún los propios discípulos de Juan comenzaron seguirle.

    Aún esas gentes que vivieron con Jesús, quienes le conocían mejor, no tuvieron idea de quién era Él, de acuerdo a Marcos 6:1-3:

    Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
    Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
    ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.

    La gente que conoció a Jesús personalmente, no le reconoció como el Cordero de Dios. Ve Ud., si Jesucristo hubiera descendido del cielo como un hombre maduro, vestido en ropas reales, con quizás 10,000 legiones de ángeles detrás de Él, y hubiera terminado con los Romanos, y hecho a los Fariseos los gobernantes, Él hubiera sido aceptado como el Mesías. Pero no, Él vino exactamente como los profetas habían dicho que vendría, nacido en Belén, en un pesebre. Criado como el hijo de un carpintero en Nazareth. Él caminó entre la gente en las calles, y en el templo, y en tanto que estaba haciendo milagros y señales, tales como alimentar la multitud con pescados y pan, ellos le aceptaron, pero cuando Él comenzó a hablar su extraña (para ellos) doctrina, declarándose a sí mismo como del Padre, y diciendo, “Si me han visto a mi, han visto al Padre,” la Escritura dice, “Muchos ya no le siguieron mas.”

    No, Jesucristo no descendió vestido en ropas reales, porque la manera de Dios era de enviar un precursor; así como Él envió a Noé con un mensaje extraño, así como Él habló a Abraham, así como Él lidió con Lot en Sodoma y Gomorra, así también envió a Juan el Bautista. ¿Será posible que en nuestra generación Dios haga también algo raro? Si es así, Él lo haría de la misma manera que lo hizo antes. Él enviará un hombre con un mensaje, y de seguro la mayoría del mundo no escucharía. Pero ésos quienes escuchan por fe y son de la Palabra, pueden examinarlo por la Palabra, como los de Berea en Hechos 17:11, para ver sí es dios declarándose a si mismo en esta generación.

 


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