- 2 -
 
De Quien El Mundo No Es Digno


    También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
    Diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
    Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
    Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
    Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
    Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
    ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
    Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
    Lucas 18:1-8

    Hay mucha gente en el mundo que reclama tener fe y creen en Dios por esas cosas las cuales ellos no han visto. Pero aun cuando Dios actúa en su generación, la mayoría de gente están indispuestos, o incapaces para aceptar lo que Él hace como Dios. La gente puede mirar el pasado, los profetas del Antiguo Testamento o algún hombre como Enoc y creer que Enoc “caminó con Dios y desapareció porque Dios se lo llevó.” Acerca de Noé, ellos pueden decir que creyó a Dios por algo que nunca antes había acontecido, y por su fe condenó a todo el mundo. Pueden creer la historia de Abraham y su incesante búsqueda por una ciudad. Si viene como una revelación a sus corazones, pueden creer que Sara, en su avanzada edad, recibió fuerza para concebir simiente. Ellos se gozan por la gran historia de fe de Isaac, cómo Dios prometió Isaac a Abraham y Sara en su edad avanzada y cómo no consideraron el vientre muerto de ella o la edad de su cuerpo. Ellos se emocionan en gran manera con el tremendo requisito de Dios de sacrificar al muchacho que sería el cumplimiento de la profecía que Abraham sería el “padre de muchas naciones.” Cuando Dios habló, y dijo “Ofrécelo como sacrificio,” se nos es dicho por Pablo en Hebreos, que Abraham creyó que dios resucitaría al muchacho de entre los muertos. La gente admira tal fe por parte del hombre que se nombró a sí mismo Abraham, “padre de muchas naciones,” por veinticinco años antes que su primer hijo naciera.

    La gente observa el pasado y admira la fe de Abraham. También admiran a Isaac por su obediencia a la voluntad de Dios y su humildad. Ellos admiran la bendición de Isaac de parte de Jacob concerniente a las cosas que vendrían cuando los Israelitas estaban en cautividad en Egipto. Isaac antes de morir, le dijo a Jacob que los bendeciría para que Dios los guardara en su tierra prometida. Jacob, cuando estaba muriendo, recordó la promesa de su padre y abuelo, y bendijo a los hijos de José por las cosas que tomarían lugar para los hijos de Israel. José, en turno, cuando estaba en agonía, habló del retorno de los Israelitas a la tierra de Israel, cuando parecía que eso era imposible. Moisés, nacido de la fe que desafió el mandamiento del rey, rehusó ser llamado el hijo de la hija de Faraón, y fue a liberar al pueblo. La promesa fue traída por fe, y la gente admira hoy a los antepasados por pararse en terreno no ortodoxo. ¿Pero qué de las promesas de Dios para nuestro día?

    La gente acepta la vibrante historia de Josué cuando guió a los hijos de Israel alrededor de los muros de Jericó. Por seis días ellos marcharon alrededor de la ciudad una vez por día, y los muros permanecían. En el séptimo día, en obediencia a su comandante, marcharon siete veces alrededor, y los muros cayeron. Tal vez alguien dudó ese método de ataque en esos días, pero nosotros podemos ver sobre lo pasado hoy y decir, “¡Bendito sea el Dios de fe, el cual hizo cosas fuera de lo ordinario, cosas que nunca fueron hechas antes!”

    En nuestra imaginación, podemos entrar a cierta ciudad con Josué y sus hombres como espías y conocer a la mujer pecadora Rahab, quien a causa de su fe en Dios (aunque ella realmente no entendía), recibió a los espías y fue salva junto con los de su casa. Qué maravilloso, pensamos hoy.

    Tampoco hay escasez de historias en la Biblia concerniente a los movimientos de Dios entre Su pueblo. Los testigos, Pablo dijo, son muchos para mencionarlos: Gedeón, Sansón, David, y Samuel, por nombrar algunos, y todos los profetas quienes escribieron en el Antiguo Testamento. Algunos ganaron reinos. Muchos obraron justicia, obtuvieron promesas, otros pararon las bocas de leones. Los tres jóvenes Hebreos apagaron la violencia del fuego. Unos escaparon del filo de espada. Por su debilidad otros se hicieron fuertes. Fueron valientes en la batalla y un hombre se paró, y por una mano levantada tornó un ejército entero en fuga. Mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección por las acciones y vidas de los profetas de Dios del Antiguo Testamento. Hubo otros que, para obtener una mejor resurrección, no aceptaron su libertad. Otros pasaron por crueles pruebas de burlas y azotes. Ellos sufrieron ataduras y prisiones. Fueron apedreados, aún aserrados. Cuando eran libres de prisiones de hombres, peregrinaron destituidos, vestidos en pieles de ovejas y de cabras, afligidos y atormentados. Vivían en desiertos y montañas, en cuevas y cavernas. El apóstol Pablo nos dice en Hebreos, que el mundo no era digno de ellos, porque atreves de todo, ellos clamaron por la gente y contra los males de idolatría, avaricia, y codicia.

    Mi propósito es traer la verdad de lo que Dios ha hecho en esta generación. Juan 20:31 dice de su día, “Pero éstas se han escrito (por los Apóstoles quienes fueron testigos en el día de Jesús), para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.” Ahora, no hay manera que la gente sepa la verdad excepto que se le llame la atención. Por lo tanto, hay algunas verdades escondidas en las Escrituras que tengo que traer a la atención de aquéllos que quizás nunca han notado su significado. Para hacer esto, debo de regresar otra vez al tema de Juan el Bautista, porque es un punto vital. La gente no percibió a Juan, el primer precursor, porque él vino en respuesta a ciertas Escrituras, y ellos pasarán por alto al segundo precursor por la misma razón.

    Las dos promesas: la primera venida de Cristo, y Su maravillosa segunda venida, ambas están escritas en Malaquías. Leamos entonces de los dos últimos versos del Antiguo Testamento, Malaquías 4:5-6:

    He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
    Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.

    Elías, el gran profeta, por quien una viuda recibió su hijo muerto de regreso a vida, está prometido que volvería, “antes del día grande y terrible del Señor.” Para mí, hay dos cosas que la Escritura dice acerca del tiempo cuando Elías venga: Primero, será antes del día grande y terrible del Señor; y, segundo, su mensaje volverá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres.

    Dejando estas promesas de Malaquías por un momento, examinemos una profecía concerniente a Juan el Bautista. Lucas 1:15-17 habla del padre de Juan que recibió una promesa de Dios, de que un hijo nacería a su esposa, Elizabet:

    Porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aún desde el vientre de su madre.
    Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
    E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

    En ninguna parte de esta promesa al padre de Juan encuentro que Juan iba a “volver el corazón de los hijos a los padres.” Naturalmente, esto me hace pensar si Juan el Bautista cumplió toda la profecía de Malaquías en Malaquías 4:5-6. También cuado leo Mateo 17.11, encuentro que Jesús mismo nos deja en dudas si Juan cumplió esta porción de la profecía por el profeta Malaquías. Mateo 17:10,11:

    Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
    Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.

    Pedro anuncia en Hechos 3:20-21 que este tiempo de restauración de todas las cosas sería en el tiempo del regreso del Señor:

    Y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
    A quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.

    Ahora, hagamos un resumen de este tema, y verifiquemos lo que Malaquías 4 dice que Dios enviará a Elías antes que venga el día grande y terrible del Señor. Si Juan el Bautista vino en el espíritu de Elías (como las Escrituras testifican que lo hizo) entonces debiéramos mirar y ver si Juan hizo las obras de ese Elías quien iba a venir de acuerdo a la profecía de Malaquías. Primero, yo hago la pregunta: ¿Aconteció el día grande y terrible del Señor cuando Juan el Bautista vino? La respuesta es no. ¿Restauró Juan todas las cosas? De acuerdo a Hechos 3:21, diríamos que no lo hizo. Así que es posible que todavía haya un profeta por venir en el espíritu de Elías, que está por restaurar todas las cosas antes que venga el día grande y terrible del Señor.

    Aquí está entonces la clave. Deberíamos buscar un profeta con el espíritu de Elías, que venga antes del retorno del Señor. La evidencia Escritural señala que ésta es verdad. A esta hora, algunos quizás empiezan a aceptar esta verdad, con todo, ellos preguntarán cómo reconocer a tal profeta. Permítame hacerle una pregunta sincera: ¿Qué vindicación piensa Ud. que un profeta debe tener? ¿A quien tuviera Ud. para vindicarle? ¿Creería Ud. al papa, si le dijera que era profeta? ¿Qué si el Concilio Mundial de Iglesias lo proclamara ser un profeta de Dios? El sentido que Dios le da, le dice a Ud. que ninguna de éstas sería una vindicación adecuada. Hay sólo una manera que Dios siempre ha vindicado algo, y lo explicaré ahora.

    La Biblia es la Palabra de Dios. La Biblia misma se declara en sí ser la Palabra de Dios. Es vindicación propia. Apocalipsis 22:18-19 enseña enfáticamente que, la Biblia, es la Palabra de Dios:

    Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
    Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

    Así que, si Ud. no cree lo que está escrito en la Biblia, cada palabra de ello, no añadiendo, no quitando, entonces su nombre no puede permanecer escrito en el Libro de la Vida. La Biblia es muy segura de sí misma, yo diría, en el lenguaje que se usa en la Segunda carta a Timoteo 3:16:

    Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.

    La Biblia en ninguna parte le da permiso a Ud. para quitar una porción de ella; Ud. tiene que creerlo todo. Segunda de Pedro 1:20,21 dice:

    Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada. (Ni siquiera se le ha dado a Ud. el derecho de interpretar esta Palabra de la manera que le convenga creerla.)
    Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (Eso ni aun les da crédito a hombres por traer esta Palabra.)

    Así que no hay otra prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios, sino sólo la Biblia diciendo que lo es.

    Ahora, ¿encontrará el Hijo del Hombre fe cuando Él regrese a la tierra? ¿Puede Ud. creer que ésta es la Palabra de Dios? No, a menos que Ud. tenga fe, la cual en sí misma es un don de Dios. Ud. quizás concuerde en la vindicación de la Palabra por la Palabra, pero siente que con un profeta la situación es diferente. En ese caso, miremos a Moisés. En Éxodo 3:13,14, veremos quién declaró a Moisés que él era profeta cuando descendió a los hijos de Israel:

    Dijo Moisés a Dios: (cuando estaba parado ante la zarza que estaba ardiendo, pero no se consumía) He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me han enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
    Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

    ¿Quién vindicó a Moisés? ¿Tomaron voto y acordaron en si que él era profeta? ¿Se paró Faraón y declaró que era un profeta enviado de Dios? No, Moisés fue vindicado por lo que Dios le dijo, y eso fue todo lo que respaldaba a Moisés. Pero, recuerde, a los hijos de Israel se les había prometido un libertador. Así fue que después que Moisés los guió fuera de Egipto y cruzaron el Mar Rojo, pidió a Dios que los alimentara con mana y codornices, recibió los Diez Mandamientos milagrosamente grabados en piedra, y les había dado vez tras vez la Palabra del Señor, pero había aun muchos que no creyeron que él era un hombre de Dios. ¿Cómo podría ser tal cosa? Simplemente porque ellos querían alguien para vindicarle. Ellos preguntaron cómo iban a saber que la Palabra de Dios vino a Moisés. No debieran de haber dudado después de todo lo que habían visto, pero aún así, ellos dudaron. Ellos tuvieron fe en Dios y en el cumplimiento de Su Palabra. Empero no podían creer que Moisés era un profeta de Dios, aun encarándose con la abrumadora evidencia de que Dios lo había enviado. Ellos simplemente estaban ciegos.

    ¿Recuerdan, quien vindicó a Juan el Bautista? Vayamos otra vez sobre esto, completamente, y así no habrá mas duda. Cuando la gente fue a inquirir acerca de quien era Juan, como dice en Juan 1:19, no ignoraban la profecía en Malaquías 4:5,6. Ellos también sabían, sin duda, de la palabra que había venido al padre de Juan antes que Juan naciera, cómo tenía que ir en el espíritu de Elías y tornar el corazón de los padres a los hijos. Ahora, puede haber sólo dos razones por la respuesta negativa de Juan a la pregunta de la gente, de que si él era Elías. Ya sea que le preguntaron si él era el Elías de un diferente verso de la Escritura que se aplicaba a él, o no conoció la Palabra. Pero, yo puedo probarles que Juan conocía la Palabra, porque cuando ellos le preguntaron, “¿Eres tú ese profeta?” Juan sabía que ellos se referían al profeta prometido por Moisés en Deuteronomio 18. Él entonces negaba ser ese profeta que Moisés dijo que se levantaría semejante a él. Finalmente, Juan se colocó a sí mismo, en Juan 1:22,23:

    Le dijeron: ¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
    Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto…

    Juan conocía la Palabra lo suficiente para saber que Isaías había dicho en Isaías 40:3 que vendría uno, “Voz que clama en el desierto: Preparar camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” Él también sabía que Malaquías 3:1 dice, “prepara el camino delante de mí,” como el profeta Isaías había dicho también. Aun así Juan negó ser Elías. Él sabía que él venía para tornar los corazones de los padres a los hijos, porque su padre había recibido esa profecía. Él también sabía que él venía en el espíritu de Elías, así que ¿es posible que ellos estuvieran preguntándole que si él era el Elías de Malaquías 4, quien iba a tornar el corazón de los hijos a los padres antes del día grande y terrible del Señor? Naturalmente, les contestó que él no era. Pero, ¿Quién vindicó a Juan? La gente estaba muy interesada en saber quién era él, pero ¿Quién fue él que se los dijo? Él mismo les dijo quién él era, como se registra en Juan 1:23:

    Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad camino del señor, como dijo el profeta Isaías.

    ¿Quién vindicó a Cristo? Lucas 9.18-20 establece:

    Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? (Jesucristo mismo estaba interesado en saber quién decía la gente que Él era.)
    Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
    Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.

    En otra Escritura, Jesús respondió: “No te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. …y sobre esta roca (de revelación) edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”

    Esto nos da nuestra primera clave para la vindicación de un profeta. Viene por revelación y por el profeta vindicándose a sí mismo. La Palabra de Dios se vindica a sí misma de que es la Palabra de Dios. Moisés se declaró a sí mismo ser profeta de Dios. Juan el Bautista dijo que él era de quien Isaías habló, y Jesús enseñó a sus discípulos que Él era el Cristo.

    Mateo 26:62-64 registra el pobre intento de un sacerdote incrédulo para descubrir la verdad de Jesucristo:

    Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
    Más Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo:
(Note la manera sentimental y de justicia propia) Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.     Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os
digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

    Los incrédulos, especialmente ésos en autoridad, quisieron saber, que ellos no podían creer la verdad, porque no había fe o revelación en sus corazones. Marcos 14:60-62 también registra el incidente:

    Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
    Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
    Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

    Jesús se los había declarado públicamente varias veces, como lo hizo en Juan 10.30: “Yo y mi Padre uno somos.” Cuando Jesús se vindicó a sí mismo, diciendo quien era Él, ellos tomaron piedras para apedrearle. Pero cuando Jesús comenzó a revelarse a sí mismo, para tratar que la gente creyera quien era Él, hallamos que Él les refirió, no lo que Él dijo, sino lo que Él hizo, como en Juan 2:23:

    Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre,, viendo las señales que hacía.

    Cuando Juan el Bautista envió mensajeros a preguntarle quién era Él, Jesús respondió, como dice en Mateo 11:5:

    Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;

    Jesús envió los mensajeros de regreso a Juan a decirle que ellos habían visto estas cosas, esto significaba que Juan debía saber que las obras que Jesús hizo hablaban de Él. En Juan 8:24 Jesús dice:

    Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

    Pero en Juan 10:36-38, Jesús dijo esto:

    ¿Al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
    Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
    Mas si las hago,, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

    Jesús les dijo: Si no pueden creer lo que les digo, entonces crean a lo que ven que hago. Ahora, no hay otra vindicación de un profeta de Dios: primero, él dirá quién es. Él sabrá quién es. Segundo, hará las obras que fue enviado a hacer. Así es como Ud. puede saber que es un profeta enviado de Dios.

    Ahora entonces, si tiene que haber un profeta antes de la venida del gran y terrible día del Señor, uno en el espíritu de Elías, hay ciertas cosas que él tendrá que hacer. Sus obras serán hechas como uno en el espíritu de Elías. Él volverá el corazón de los hijos a los padres. Él cumpliría Mateo 17.11, donde Jesús dice, “Él restaurará todas las cosas.” En algunas versiones, este pasaje dice, “Él corregirá esas cosas que se han ido hacia el error.”

    El capítulo 10 de este libro cubre las edades de la Iglesia, desde los días de Pablo, hasta el presente en gran detalle; no obstante, el libro de Apocalipsis habla de esta última edad, Laodicea, cómo tendrán un mensajero quien les dirá a los que están desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos, y no lo saben. En Apocalipsis 10:7, este mensajero es referido como el Séptimo Ángel y dice que, “…cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios será consumado, como él lo declaró a sus siervos los profetas.”

    Así que, hay una obra definida que el profeta de Malaquías 4 tiene que hacer. Él no será vindicado por una denominación. Él no estará de acuerdo con la mayoría, pero él sabrá quién es él. Él sabrá la Palabra y hará las obras que la escritura dice que él hará. Habrá aquéllos que le verán y no lo conocerán, pero también habrá ésos con el mismo espíritu de aquéllos quienes aceptaron a Jesús por sus obras, diciendo en Juan 7.31, “El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?”

    Pero cuando este profeta de Malaquías 4 venga con el espíritu de Elías para restaurar todas las cosas y terminar el misterio de Dios, el mundo no será digno de él, tampoco como no fueron dignos de los profetas antiguos. La mayoría de la gente se inclinará a tener tanta religión, y a mantener tantos derechos que estarán ciegos a su visitación.

    Este hombre vendrá haciendo sólo bien. Él vendrá cumpliendo Escritura, trayendo un mensaje a los elegidos, la Novia de Cristo, pero será odiado por los líderes religiosos. Ellos manifestarán el mismo espíritu de aquéllos quienes se pararon al pie de la cruz y dijeron, “Él salvó a otros, pero él mismo no se puede salvar.” Cada movimiento que este profeta haga, será para servir a la humanidad, sin embargo él será criticado, mal entendido, y rechazado a causa de la doctrina que él trae. Un profeta ordenado desde el vientre, como lo fueron todos los profetas, su venida precursará la segunda venida del Señor Jesucristo, y él vendrá en el espíritu de Elías.

 


Contenido / Siguiente