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El Tercer Jalón

 

El Primer Jalón desenmascaró las enfermedades a través de la señal en la mano. De lugar a lugar, las causas de la miseria humana fueron reveladas sin falla seguido por las tiernas palabras, “Jesucristo te sana”. Pero esta señal genuina fue seguida por diseminada personificación carnal.

 

Con el segundo jalón hubo discernimiento de los pensamientos del corazón. Esto fue claramente una manifestación del incambiable poder de Cristo, cumplimiento de Hebreos 13:8, “Jesucristo el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Esto también fue personificado, pero ninguno de los imitadores arriesgaron su reputación en ello como el Hermano Branham lo hizo. Una vez me dijo, “Hermano Pearry, si alguna vez te digo ‘Así dice el Señor’ y no acontece exactamente como te lo dije, no me vuelvas a creer, porque entonces me habré metido yo en ello y ya no será de Dios. Si Dios lo dice, Dios lo hará”.

 

Muchos otros han manifestado lo que ellos llaman “dones de discernimiento”, sin embargo siempre ha habido un margen de error. He conocido hombres personalmente que han tenido grandes dones de discernimiento, pero ocasionalmente se equivocaban y esto causaba gran tristeza en las vidas de otros, y a menudo una gran tragedia cuando se les decía cosas erróneas. Esto fue un origen de confusión para esos hombres de Dios. Cuando ellos le preguntaron al Hermano Branham al respecto, él dijo, “Si hay un margen de error en ello, déjenlo solo”. Él dijo esto, porque es mejor abstenerse de hablar, que decir algo errado y causar un daño irreparable.

 

El ángel de Dios había prometido al Hermano Branham que habrían tres “etapas”. El Hermano Branham había asegurado que el Tercer Jalón no sería imitado. Ahora, de sus propias palabras podemos aprender más acerca de esta gran e inimitable fase de su ministerio.

 

En el camino a la Columbia Británica, hay una cadena de montañas con siete picos, las cuales Dios le apuntó al Hermano Branham, indicándole que ellas eran “su” zona. Ellas deletrean las siete letras de cada parte de su nombre, dicen la historia de su vida, y testifican de las tres “etapas” en su ministerio. El primer pico que está más bajo representa las visiones de su niñez, las cuales le dijeron eran del diablo. El siguiente pico, poco más alto, habla de su conversión. Los más importantes, no obstante, son los tres picos altos que hablan de las tres “etapas”. El más alto de éstos, alzado sobre los otros y más macizo es, por supuesto, un testimonio mudo del Tercer Jalón. Un día mientras contemplábamos esos picos, me dijo: “Hermano Pearry, nosotros estamos arriba al hombro de esa tercera montaña: el Tercer Jalón”. Así que ve Ud., yo se que de acuerdo a sus propias palabras el Tercer Jalón empezó a manifestarse antes que él nos dejara.

 

El Hermano Branham habló del Tercer Jalón en un sermón titulado Mirando A Jesús cuando dijo estas palabras:

 

“Ahora recuerde, nunca habrá ninguna personificación de eso, porque es imposible. Ahora está en existencia, y yo he sido advertido... que pronto, hoy en este tiempo, acaba de suceder, para poder identificar su presencia entre Uds. ¿Ve? Pero no será usado en una gran manera hasta que este concilio comience a apretar. Y cuando lo haga, cuando haga eso... Los Pentecostales y demás pueden imitar casi todo lo que se pueda hacer, pero cuando ese tiempo venga (cuando la apretura venga), entonces lo que Ud. ha visto temporalmente, será manifestado en la plenitud de su poder...

Ahora, Ud. quizás vea algunas cosas raras acontecer, nada pecaminoso, no quiero decir eso, pero quiero decir distinto al curso regular, porque lo que he alcanzado hasta hoy en el ministerio, lo estoy deteniendo aquí, vigilando ese punto y esperando el tiempo para usarlo. ¡Pero va a ser usado! Y cada uno lo sabe, pues tan cierto como el primero fue identificado, así también el segundo lo fue; y si se fijan atentamente, Uds. que son espirituales (como la Biblia dice, “aquí está para quien tenga sabiduría”), el tercero es propiamente identificado. Sabemos donde está. Así que el Tercer Jalón está aquí.

Es tan sagrado que no debo decir mucho al respecto, como Él me dijo al principio, “De esto, no digas nada”. ¿Recuerda Ud. eso, hace años? Habla por sí mismo. Yo traté de explicar a otros, y cometí un error. Esto será la cosa que, a mi opinión (yo no digo que el Señor me dijo esto), esto será la cosa que, comenzará la “fe de rapto” para irnos de aquí, ve. Y yo tengo que permanecer quito por un poco más.

Ahora recuerde (Ud. que está escuchando esta cinta), quizás vea un cambio en mi ministerio al momento, disminuyendo, no creciendo. Estamos en la edad ahora, y no puede aumentar. Tenemos que esperar aquí por un minuto, hasta que esto acontezca aquí, para alcanzarlo. Luego vendrá el tiempo. Pero ha sido totalmente identificado...

¡Mire el Tercer jalón entonces! Será absolutamente inútil para los perdidos, pero va ayudar a la Novia y la iglesia...

Quizás yo muera, antes de ese tiempo. Yo no lo sé. Y ese tiempo quizás sea esta semana entrante que el Espíritu Santo venga y traiga a Cristo Jesús.”

 

Aquí, el Hermano Branham –en sus propias  palabras- dice, a la gente que le cree que es el profeta de Dios, que “vigilen por el Tercer Jalón”. Él dijo, “Si Uds. son espirituales, se ha identificado así mismo entre Uds.” Más aún, dijo que si moría, ese secreto se quedaría en su corazón.

 

Cada vez que el Hermano Branham habló en 1963, 1964 y 1965 acerca del Tercer Jalón, siempre mencionó las veces cuando la “palabra hablada” fue manifestada. Leamos ahora en Mateo 21:18:

 

Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.

Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?

 

Note este incidente en la vida y ministerio de Jesús, que miró a la higuera, deseó su fruto, pero como no había fruto, él habló la palabra y dijo: “Nunca jamás nazca de ti fruto”. ¡Cómo se maravillaron los discípulos!. Y Jesús –relatado sobre este incidente por Marcos- se volvió y dijo: “Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que si tienes fe y no dudáis, no sólo se hará esto que fue hecho a la higuera, pero también, si dices a esta montaña, desarráigate, y échate en el mar, será hecho”. Yo no se de mucha gente sobre esta tierra que hallan practicado este verso de la Escritura. Existen aquéllos que la han usado como fe, ¿pero quién puede decir que ellos han hablado la palabra y que lo que han dicho ha acontecido? Jesús dijo que sucedería. Él guarda Su palabra, “ni una jota ni una tilde pasarán aunque el cielo y tierra pasen”. Ahora relataré las veces que esta Escritura se cumplió en nuestra generación.

La primera vez ocurrió cuando el Hermano Branham estaba pescando con el vecino de al lado, el Hermano Banks Wood, y su hermano Lyle Wood. Estos dos hombres habían sido Testigos de Jehová. Los tres estaban pescando en un lugar pequeño llamado Dale Hollow, en Tennessee. Los Hermanos Wood en el bote con el Hermano Branham, estaban mencionando a una hermana miembro de la Iglesia de Dios, que solía testificarles acerca de su necesidad de salvación. Ellos habían estado recordando su bondad cristiana y el Hermano Banks apenas había hecho la declaración de que quizás algún día debieran ir y ver a esta dama y decirle que ahora ellos eran salvos y estaban sirviendo a Dios.

Cuando dijeron estas palabras, de acuerdo a los hombres y el Hermano Branham, el profeta sintió el Espíritu de Dios moverse sobre él y atrajo su atención por medio de una voz que dijo, “Así dice el Señor: En las próximas horas habrá una resurrección de un pequeño animal”. Él estaba confundido y comenzó a considerar el significado de esto. en su mente recordó cómo su pequeño hijo, José, días antes, mientras acariciaba el gatito del vecino, lo había apretado tan fuerte que tiró al animal al piso sin vida. él pensó que quizás este gatito resucitaría.

Después de pescar algunas horas, el Hermano Lyle agarró un pequeño pez el cual se había tragado la carnada completamente. El Hermano Lyle no podía sacar el anzuelo, así es que tomó al pez y jaló el anzuelo, juntó con las branquias, y todas las entrañas del pequeño pescado. Él tiró el pez al lado y dijo, “Pequeño amigo, ya diste tu ultima aleteada”. El pez golpeó el agua, se sacudió, y allí quedó. Las olas lo arrastraron gradualmente hacia la orilla.

Como treinta minutos después, un sentir extraño vino otra vez sobre el Hermano Branham. Él miró hacia los árboles en la orilla y allí, moviéndose como un remolino, vino el sonido de un  viento recio. El Espíritu de Dios le habló, diciendo, “Levántate y habla al pez, y recibirá la vida”.

Inmediatamente, el Hermano Branham se puso de pie, diciendo, “Pescadito, Jesucristo te devuelve tu vida; vive en el nombre de Jesucristo”.

Estos dos hombres testificaron, en presencia del Hermano Branham que el pez, aunque muerto por media hora con todos los órganos internos de fuera, brincó en el agua y nadó por debajo del bote. Esta fue la primera vez que habló y lo que dijo se había cumplido. Fue la primera manifestación de la palabra hablada.

El segundo incidente me fue relatado personalmente por el hermano Branham en presencia del hermano Sidney Jackson y su esposa, en el estudio del hermano Branham, en Agosto de 1964. El incidente ocurrió mientras el hermano Branham estaba cazando ardillas durante la temporada de 1962. Un gran cazador de ardillas, él había matado ciento treinta y cuatro animales el año anterior. Su favorita era la ardilla gris de Kentucky, un animal astuto para el cual se requería gran habilidad para cazarlo. En este día particular, como a las 10 de la mañana, no había visto ninguna ardilla. El viento estaba soplando; el sol en alto calentando el día, así que decidió tomar una siesta. Él relató que encontró un árbol fresno con tres brazos donde podría sentarse cómodamente en el piso, y recargarse en los brazos del árbol. Él estaba meditando en el versículo de la Escritura, “Si dijeras a esta montaña, desarráigate y échate en el mar...” Estaba pensando que nunca había predicado de ese texto, pero también pensó que está en la Palabra.

Apenas se habían ido estos pensamientos de su mente, una voz le habló y dijo, “¿Qué quieres ahora? Dilo y lo tendrás”.

Aunque frecuentemente había oído esa voz, todavía se sorprendió. Él miró alrededor, pensando de dónde había venido.

La voz repitió, “¿Qué quieres ahora? Dilo y lo tendrás”.

Esta vez respondió, diciendo, “Bueno, yo estoy cazando ardillas; me gustaría tener algunas”.

La voz respondió, “¿Cuántas ardillas?”

Él pensó dentro de sí, “Bueno, tres es un buen grupo”, así que respondió, “Me gustaría tener tres ardillas”.

“Bueno, ¿dónde quieres la primera?”, dice la voz.

Para este tiempo él se había parado, estaba mirando alrededor pensando que estaba en una visión. Sin embargo habiendo pasado por extrañas experiencias toda su vida, respondió en su pensamiento, “Dice que se diga; lo diré”. Él consideró que una ardilla usualmente no se encuentra en el árbol sicómoro, y notó que un árbol de esa clase estaba cerca.

“Que salga una ardilla sobre la rama de ese árbol sicómoro, allí”, dijo él.

Él no acababa de decir esas palabras cuando la ardilla ya estaba allí. Se frotó los ojos, y otra vez el pensamiento cruzó su mente, que si esto era una visión, pero, decidiendo seguir con la cosa, él levantó su rifle, apuntó, disparó, y la ardilla cayó al piso. Caminó hacia ella y la levantó, estaba tibia y sangrante. Se dijo a sí mismo, “las visiones no sangran”.

Él echó la ardilla en su bolsa, y dijo, “¡Gracias Señor!” y se dio la vuelta para irse, cuando la voz habló otra vez, “¿Dónde estará la segunda?”

Mirando alrededor, vio un árbol de algarrobas, él pensó, “Haré esto para que se sepa que es Dios”. Recio, él dijo, “Que una ardilla suba a ese árbol y se ponga en la copa donde yo pueda dispararle en el ojo”.

Las palabras apenas habían salido cuando la ardilla subió y se sentó en la mera copa de dicho árbol. De nuevo disparó, pegándole a la ardilla en el ojo. Él caminó hacia la ardilla, la levantó, y agradeció otra vez al Señor, diciendo, “¡Gracias, Señor. Tu Palabra es verdad!”

Otra vez trató de irse, pero la voz lo detuvo, diciendo, “Pero tú dijiste tres”.

“Yo dije tres”, afirmó él.

Esta vez sus instrucciones fueron elaboradas, “Que venga una por allí, pasando esos campesinos cosechando maíz en ese campo, que suba este árbol, allá al otro lado, que brinque sobre  esa rama, y se quede allí, y yo le dispararé”. Él apuntó hacia el lugar.

Las instrucciones apenas fueron dadas cuando llego la ardilla, siguiendo todas sus especificaciones, se paró allí donde él había dicho, y otra vez su disparo fue bueno. Levantó la tercera ardilla y la puso en su bolsa.

Cuando relataba esta extraordinaria experiencia, primero se sentó en el piso frente a su silla, se inclinó contra la silla como se había recargado en los troncos del árbol. Luego se paró, actuando como si estuviera apuntando y disparando su rifle. Mirándolo, pensé, “Estoy escuchando a un profeta de Dios; una de dos, o aconteció, tal como él lo está diciendo, o este hombre me está engañando. Sin embargo, no puedo pensar en una razón por la cual él me engañaría”.

Su infalible discernimiento captó mi pensamiento. Se volvió hacia mí, y me dijo simplemente, “¡Hermano Pearry, realmente aconteció!”.

Pocos días despues, él y el hermano Banks comieron en el pequeño y modesto hogar de los padres de la hermana Hattie Wright Mosier. Había once personas presentes ese día como testigos del siguiente acontecimiento milagroso. Ahora, la hermana Hattie era una pobre mujercita viuda, sin dinero y sin posesiones, ella y sus dos hijos apenas la hacían para vivir. Ella era una mujer muy piadosa, fiel a la iglesia con sus diezmos y ofrendas. Ella se sacrificaba para dar a la obra de Dios. Amando al Señor y a Su pueblo, ella abría su casa para todos. Su hermana Edith, era paralítica, sus amados padres estaban muy ancianos; sus dos muchachos eran incrédulos. Era tan pobre que el hermano Branham había ido ese día a regresar veinte dólares que ella había dado para el fondo del edificio para la iglesia y pensó que ella podría padecer al dar.

Estaban sentados alrededor de la cocina ese día regocijándose en las cosas del Señor. El hermano Branham estaba relatando el incidente de las ardillas que pidió que aparecieran, y al terminar, comentó, “Cuando Abraham necesitó un carnero para sacrificio, Dios proveyó uno. La única cosa que yo sé, es que Él todavía es Jehová El Proveedor”.

Cuando dijo estas palabras, la hermana Hattie habló y dijo, “Hermano Branham eso es nada mas que la verdad”.

Como la mujercita viuda en las Escrituras que dijo la cosa correcta en el tiempo correcto, así fue con esta viuda del día presente, cuya fe sencilla tocó el poder de Dios. Inmediatamente el Espíritu Santo se movió sobre el hermano Branham y dijo, “¡Dale lo que ella pida!”

Obedientemente, el hermano Branham se volvió hacia ella y dijo, “El Señor me acaba de decir que te deje pedir por cualquier cosa que quieras y lo que deseas, yo lo diré en el nombre del Señor, y Él lo hará”.

“Hermano Branham”, dijo ella, “¡qué pediré?”

Contestó él, “Tú eres pobre y vives allá en la loma sin dinero. Quizás quieres pedir por eso. Tú tienes una hermanita coja, pide por su sanidad. Aquí está tu madre y tu padre, viejos y acabados. Quizás quieras pedir por ellos. Pide por lo que quieras y si no es puesto en tu regazo, entonces ¡yo soy un falso profeta!”

Sus dos muchachos estaban en el rincón riendo y burlándose.

Ella con lágrimas en sus ojos dijo, “Hermano Branham, el mayor deseo que tengo es la salvación de mis dos hijos”.

Se volvió hacia ella y le dijo, “Yo te los doy en el nombre del Señor Jesucristo”.

En el rincón de ese humilde y pequeño cuarto, los dos guasones, burlones e incrédulos muchachos, estremecidos por el poder de Dios, cayeron sobre el regazo de su madre arrepentidos de sus pecados. Su arrepentimiento fue sincero y ellos fueron bautizados enseguida en el nombre del Señor Jesucristo. Así, su salvación fue asegurada. Ellos han sido fieles en la iglesia con la comunión y el lavamiento de pies.

Ve usted, Dios sabía que ella pediría por algo eterno, no algo temporal. Si ella hubiera pedido por la sanidad de su hermana, quizás no hubiera durado, pues se hubiera enfermado otra vez. Los padres tendrían que afrontar la vejez de nuevo. Ella hubiera podido pedir por un millón de dólares, pero dinero quizás hubiera sido completamente incorrecto para ella, como lo es para mucha gente. Pero la salvación de esos dos muchachos es algo que durará por la eternidad.

Esta fue la tercera vez que la palabra hablada era manifestada.

La cuarta vez fue en Octubre de 1963, durante un viaje de cacería con otros hermanos, en Colorado. Esta  era un área que él conocía bien, habiendo cazado y apacentado ganado allí por más de veinte años. En un tiempo hasta sabía cuantas cabezas de alces había en la manada. Una vez se paró tan quieto que la manada pastaba tan cerca de él que golpeó a un alce en el costado con la culata de su rifle. Armonizó así de bien con la naturaleza. Tal demostración de paciencia revela el tipo de cazador que era él. Los otros con él siempre dependieron en su sabiduría y conocimiento de la intemperie, particularmente en esta área de Colorado, la cual pudiera ser peligrosa en tiempo de tormenta.

Esta mañana en particular el cielo habló de una tormenta que venía y los reportes del tiempo confirmaron que una perturbación severa estaba en camino. Los cazadores se habían reunido en la cabaña la noche anterior, y el hermano Branham les había aconsejado a la mañana siguiente que era necesario salir, pues de otra manera pudieran ser aislados por la nieve. Para aquéllos que se quedarían, él acordó en permanecer y ayudarles, pero esa mañana les advirtió con urgencia que se quedaran juntos y avanzaran hacia el campamento a la primera señal de humedad, aún a la primera gota de lluvia. Él sabía que podía ponerse tan mal en minutos, que ellos nunca podrían encontrar el camino de regreso. Él por sí mismo se adelantó solo arriba a la montaña, como era su costumbre, tratando de echarles los animales a los otros. No había pasado mucho tiempo cuando comenzó a chispear. Él tenía un sandwich y se sentó a comerlo, pensando que se tardaría un poco al regresar en caso de que alguno de los otros estuviera en problemas. Ellos harían un disparo en ese caso y sería más fácil para él bajar hacia ellos que tener que regresar para arriba otra vez. Pronto la tormenta se incrementó severamente comenzando a nevar. Él empezó a bajar la montaña apresurándose lo más que podía. Como a un cuarto de milla (aproximadamente unos 375 metros.- Editor) abajo, la Voz lo detuvo en su camino y le dijo: “Regrésate de donde viniste”.

Él conoció la Voz, pero pensó que sería la muerte regresar arriba otra vez ahora que la tormenta estaba en completa furia.

La Voz repitió, “Regrésate de donde viniste”.

Obedeciendo a la Voz, él retornó siguiendo sus huellas hacia arriba, no sabiendo por qué, pero lo hizo sin discutir las instrucciones de Dios. En poco tiempo, el suelo comenzó a cubrirse con la nieve. De repente, la Voz habló otra vez, diciendo, “¡Yo soy el Dios de la creación!”

Él miró arriba, pensando que quizás era el viento. Otra vez la Voz le habló, “Yo formé los cielos y la tierra. Yo calmo los poderosos vientos sobre el mar. Yo gobierno el cielo y la tierra”.

Esta vez no había duda alguna, él reaccionó y se quitó su sombrero en reverencia. Esta era la Voz de Dios. La Voz continuó, “Sólo habla a la tormenta y cesará. Lo que tú digas, eso es lo que sucederá”. (Jesús había dicho, “Di a esta montaña, desarráigate y échate en el mar, sin dudar, y será hecho”.) El hermano Branham dijo que levantó sus manos y proclamó a los elementos, “Tormenta cesa. Y tú, sol, brilla continuamente por cuatro días, hasta que terminemos de cazar y nos vayamos de aquí”.

Mientras estas palabras eran pronunciadas, la tormenta desapareció y el sol brilló. En quince minutos no había evidencia de que una tormenta había estado allí. Había hermanos en el campamento que lo describieron como cerrando el agua en una llave. Había gente manejando por los caminos en medio de una tormenta cuando, de repente y misteriosamente, esta cesó. El meteorólogo había enviado predicciones, advirtiendo a todos que se refugiaran. Cuando cesó, todos se preguntaban qué había sucedido. Por cuatro días el sol brilló, así como él se lo había ordenado. Ud. quizás no lo crea, pero yo lo creo.

Los eventos que nos llevaron a la quinta manifestación de la palabra hablada comenzaron en 1950. El hermano Branham estaba explicando a una dama que por la señal en su mano él había diagnosticado que ella tenía “flebitis”. Ella había protestado que no tenía ninguna de los síntomas, y él le había enseñado las vibraciones en su mano cuando la tomó de la mano. Él se volvió y agarró la mano de su esposa para demostrar que la vibración se iría cuando la enfermedad no estuviera presente. Mientras lo hizo, él se sorprendió y dijo seriamente, “¡Meda, yo no lo sabía, pero tienes un quiste en tu ovario izquierdo!”.

La hermana Branham respondió que ella se sentía bien y que no parecía que hubiera algo mal. Como sabemos ahora, esas cosas son espíritus. Ella no tenía conocimiento de esto. pero, en 1962, la hermana Meda sintió algunas molestias y un tumor comenzó a crecer en su lado izquierdo (12 años después del diagnóstico del Espíritu Santo.- Editor). Dolor e hinchazón comenzó en su costado. Un doctor conformó el diagnóstico original. Un quiste se había tornado en un pequeño tumor y fue recomendada una operación. Siendo una familia de fe, los Branhams estaban determinados a esperar en el Señor. No obstante, el tumor siguió creciendo.

En 1963 ellos se movieron de Jeffersonville a Tucson. Los expedientes de la hermana Branham fueron transferidos a un fino y célebre doctor en Tucson. Para este tiempo el crecimiento le estaba causando una enorme molestia y era de gran preocupación para los doctores. Todas las señales apuntaban a un crecimiento maligno. Sin embargo la operación fue pospuesta. Esperando en Dios y también para permitir que la familia regresara a Jeffersonville para los días de Navidad de 1963. A principios de Noviembre, el hermano Branham estaba en Nueva York, teniendo una reunión. Por supuesto, él sabía lo enferma que estaba su esposa y cuan necesaria era la operación. Ella le acababa de hablar para decirle que ya casi no podía caminar y que el doctor estaba apresurado por una operación inmediata. En su regreso, él paró durante la noche en Jeffersonville. Sintiendo una gran compasión por ella, estando allí en el lugar donde Dios le había hablado frecuentemente por palabra y por visión,  él se arrodilló en el viejo banco de oración, así como lo hacían los dos frecuentemente en tiempos pasados. Allí, pidiéndole a Dios misericordia por su esposa, de repente se enteró de la presencia de Dios en el cuarto. La Columna de Fuego entró y la Voz de Dios le ordenó, “Ponte de pie, habla lo que desees, y será exactamente como lo digas”.

Para este tiempo, plenamente enterado de cómo él tenía que seguir este tipo de instrucción, se paró y dijo, “Sea que antes de que el doctor la toque, el tumor desaparezca”.

Al siguiente día, la hermana Branham, acompañada por la hermana Norman, fue a ver al doctor para otro examen. La enfermera le ayudó a ponerse la bata blanca y a subir a la mesa, para el examen. Su condición era tan mala que apenas podía subirse a la mesa. El doctor entró, miró a los expedientes, y se inclinó para examinar el tamaño de la hinchazón. Apenas su mano descendió a tocarla, ella sintió un frío, en su costado izquierdo. El doctor tocó su costado, luego caminó alrededor y sintió el otro costado. Asombrado, le habló, “Esa hinchazón estaba sobre su lado izquierdo, ¿o no?”

 

La hermana dijo, “Sí, allí estaba”.

Él buscó cuidadosamente, luego dijo, “Yo no se lo que ha acontecido. Todo lo que se, es que ya no hay ningún tumor aquí; ¡se ha ido! No puedo explicarlo, pero no tiene Ud. que preocuparse por nada al respecto”.

El hermano Branham había continuado para Shreveport, Louisiana, donde enseguida se comunicó con ella por teléfono. Él pidió a Billy y Loyce que agarraran una extensión junto con él. Él sabía lo que había sucedido. Sabía que ella había estado con el doctor.

Excitada, la voz de ella se oyó en la línea, “¡Oh, Bill!, ¿Sabes lo que aconteció? ¿Sabes que el tumor que tenía...?”

“Así es, querida”, replicó él, “Yo se lo que sucedió”.

“¿Cómo lo supiste?, preguntó ella, completamente asombrada.

Luego él le dijo la historia.

Cinco veces; el número de gracia. Una vez un pececito al cual se le habló y se le dio la vida. Segunda, tres ardillas fueron llamadas a existencia. Tercera, la hermana Hattie Wright le fue dada la salvación eterna de sus dos hijos. Cuarta, los elementos obedecieron la voz de este hombre de Dios, este profeta,, la boca de Dios para esta generación. Quinta, él habló a un tumor, un espíritu en su esposa, y desapareció exactamente como la voz de Dios le había dicho.

 

Ahora, él contó estos cinco acontecimientos y luego dijo, “El Tercer Jalón ha sido identificado entre Uds. Pero sólo lo han visto temporalmente. Cuando la apretura (se traduce también aflicción) venga, entonces vigilen; ¡lo verán en su plenitud!”.

El apóstol Pablo dijo, “He aquí, os digo un misterio, no todos dormiremos, pero todos seremos cambiados”. Yo creo que es ésta la generación que no morirá, sino que será transformada por la Palabra hablada.


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